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miércoles, 12 de julio de 2006

Palabras en la presentación del libro "Miguel Ragone , Mártir de la Democracia"

Presentación del libro Miguel Ragone , Mártir de la Democracia.

Sala de Conferencias. Gran Bourg, Salta. 11 de Julio 2006.



Discurso Fernando Pequeño Ragone .





Hoy y este momento son muy especiales para nosotros los Ragone.

Es positivo para las Instituciones y para la Justicia misma de una causa que hasta hace poco parecía perdida, que en el ámbito en el cual fue injustamente intervenido como gobernador, se reivindique justamente su figura de ‘Gobernador Constitucional'. Hablo de Miguel Ragone , para mi, nada más ni nada menos que mi abuelo.

La causa por la que él luchó y se lo hizo desaparecer, no es otra que la de la paz, la de la integración social de los excluidos, y la de la participación auténtica de la gente en el destino de sus propias vidas.

Él trabajó con un compromiso fiel y generoso hacia su provincia y hacia los cambios que por los setenta se avecinaban en el país. Mi abuelo no fue un hombre de ideas absolutas ni trabajó para imponerlas, por eso llegó a ser gobernador por la voluntad mayoritaria de miles de salteños y salteñas que vieron en su figura, la posibilidad de cambiar un pasado que hasta ese momento los postergaba irremediablemente. Él tenía claro que la dignidad no se obtiene con honores sino con esfuerzo y constancia; porque los que crean que la política únicamente sirve para los privilegios, se equivocan. La política es un acto de entrega hacia los demás, quien la viva de otra manera, se equivoca.

Cuando a treinta años del crimen todavía impune de mi abuelo Miguel Ragone , nosotros los nietos, nuestros padres y su viuda, de la misma manera que lo hacen tantas personas que lo respetaban y lo apreciaban; nos preguntamos si hubiera sido posible que se salve de todos aquellos a quienes les resultaba detestable porque quería una sociedad más justa; solo podemos conformarnos, contestándonos que jamás pensó en el exilio porque estaba orgulloso de sus actos, porque no tenía nada que esconder ni de qué arrepentirse, y porque nunca imaginó ni dimensionó, como muchos por aquella época, el genocidio que costó el Terrorismo del Estado setentista. Ante tanta muerte, recordamos que sentía que otro país era posible; que la vida de la gente común podía ser mejor.

Los últimos años de la vida de nuestro abuelo, trascurrieron entre fuegos cruzados y odios encendidos; lo que a un humanista como él, le producían dolor y pesadumbre, al percibir como iba acrecentándose la violencia social que terminaría destruyendo la esperanza de su generación y de los que eran jóvenes por entonces, que venían trabajando y construyendo un mundo más igualitario. Me refiero al odio y los intereses cruzados de sus propios contrincantes en la lucha política local, me refiero al odio de los altos funcionarios de la policía local a los que su ministro había destituido, y al odio de algunos militares que pensaban y piensan que proteger la nación, es apropiársela.

Pasaron treinta años de olvido forzoso y de impunidad tolerada, de un sistema que sostenía una Justicia que no podía investigar porque había sido cómplice de un tiempo de horror, que esperemos que nunca más se repita. Por eso, y para forjar ese futuro mejor que tanto anhelamos debemos saber que la tolerancia, el respeto de la diversidad, de las opiniones y de los pensamientos distintos, y hasta de las utopías; no pueden ser masacrados por la voluntad de quienes cegados por el odio pretendieron impedir el cambio de todo un país, con la violencia.

Estos treinta años después del asesinato todavía impune de mi abuelo, han puesto en evidencia que las condiciones institucionales de administración de justicia, no estuvieron a la altura de lo que se investigaba; ya que hemos sufrido numerosas inhibiciones y apartamientos de jueces y fiscales, con la consecuente paralización de la investigación. La realidad nos está enseñando, que debemos adecuar la estructura institucional de la justicia en todas las causas de violaciones de derechos humanos perpetradas por el terrorismo de Estado; para vencer la impunidad, para alcanzar la justicia, y para refundar las relaciones de confianza y solidaridad, tan diluidas en nuestra sociedad.

Por ello, hemos solicitado algunas medidas para reforzar los mecanismos judiciales en su tarea de investigación y esclarecimiento de los hechos.

Por un lado, creemos firmemente que las personas que pertenecen a las fuerzas de seguridad, involucradas en los hechos de esta investigación, no pueden estar a cargo de medidas fundamentales como la búsqueda de prófugos, la ubicación de testigos principales, ó el diligenciamiento de medidas de pruebas esenciales para el desarrollo del juicio. En virtud de ello, sugerimos la formación de una Unidad de Investigación que se ponga a disposición del Juez Federal, que no tenga dependencia funcional o jerárquica con fuerzas de seguridad provinciales o federales, y que reúna las facultades y recursos suficientes para cumplir con los mandatos que se le otorguen.

Por otro lado, también hemos solicitado la asignación en la investigación del asesinato de mi abuelo, de la Unidad Especial de Asistencia para causas de violaciones a los derechos humanos durante el Terrorismo de Estado, creada por el Procurador General de la Nación , Dr. Esteban Righi. Básicamente, lo que buscamos con este pedido es consolidar un equipo de trabajo que impida futuras inhibiciones, y fortalezca el mecanismo de acusación previsto en el funcionamiento constitucional y democrático de la Justicia.

Quienes asesinaron a mi abuelo Ragone, pensaron que borrarían sus huellas para siempre, pero no pensaron en que en nuestra querida Salta, los hijos de sus hijos nos cruzaríamos en otras arenas. Como nietos, todos, tenemos que darnos la posibilidad de no repetir el odio y la muerte en la que nuestros abuelos, o tíos o padres, quedaron atrapados y de los que tantos, terminaron muertos.

Como nietos y como hijos, queremos ser protagonistas y testigos de un nuevo tiempo, donde la justicia no sea una expresión de deseos, sino el resultado de la verdad y la memoria. Una justicia que movilice el compromiso social hacia una exigencia inclaudicable, cuya meta encubierta no sea el olvido, sino el esclarecimiento de todos los crímenes que enlutaron el pasado de nuestros padres y abuelos, de tanta sangre y rencor.

Es necesaria una reconciliación, montada sobre la verdad y la justicia, no sobre el olvido. Pero una reconciliación montada también, sobre el esfuerzo de reconstituir la confianza de quienes hemos sentido el abandono y el desprecio sobre nuestros cuerpos.

Queremos Justicia, jamás venganza. Y con ello, la reparación histórica de quienes estuvieron convencidos que lo mejor para nuestro país, fueron sus ideales y sus sueños. No podemos vivir en un país de sueños postergados; porque como decía Marcel Proust: ‘ la travesía real de descubrimiento, no consiste en buscar paisajes nuevos, sino en poseer nuevos ojos' .

En todo el tiempo que llevo participando activamente en reimpulsar el juicio por el esclarecimiento del asesinato de mi abuelo, tres cosas me impresionaron profundamente.

1.- Una es la oportunidad en que el Sr. Menéndez, ex jefe del ejército de Córdoba, se negó a declarar cuando fue citado por la justicia federal en enero del año pasado, diciendo que ‘ no facilitaría el camino a los marxistas '. Habló de mi abuelo como si fuera un peligroso marxista, terrorista, revolucionario. La actitud de un Sr. Menéndez me impresiona porque me pregunto qué le enseñaron, todos los señores como él, en estos treinta años, a sus hijos y a sus nietos. ¿Acaso ellos también siguen considerando a quienes piensan diferente como ‘enemigos' a los que hay que exterminar?

2.- La otra cosa que me impresionó, es ver la manera en que muchos familiares de desaparecidos han hecho del dolor un lugar para habitar. Es cierto, que el dolor por la muerte de nuestros familiares nunca va a desaparecer; pero es posible hacer que ese dolor se traduzca en acciones para descubrir la verdad de los hechos y reivindicar de esta manera el honor de gente que como mi abuelo, han entregado su vida por una sociedad más justa. Esto es lo que los Ragone estamos tratando de hacer, de la misma manera que vienen haciéndolo hace ya tiempo las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, los que han llevado adelante el Juicio a las Juntas, o la gente de Palomitas, cada una a su manera.

Si los familiares de las victimas del Terrorismo de Estado no podemos superar la parálisis del dolor, y nos quedamos anclados en el miedo y el odio, contribuimos a nuestro propio borramiento. Y eso es lo que les conviene a los ya envejecidos genocidas.

3.- También me ha impresionado la minorización y disminución que los funcionarios de la política y de la justicia han hecho y continúan haciendo de los familiares de las víctimas. Aún suponiendo sus mejores intenciones de preservación y protección, de ‘evitarles el dolor a los familiares ante cosas crudas y atroces'. Porque la crudeza y el dolor nos pueden mostrar también a los familiares que debemos convertirnos en protagonistas. Porque durante treinta años estas actitudes de políticos y familiares, han mostrado que las víctimas solo vienen a legitimar lo que se debe pensar, sentir, decir, callar, y mostrar. En todo caso, esas actitudes, de ambos lados, hablan de la desigualdad de condiciones y recursos, en que muchos familiares de víctimas, actúan por la reivindicación de sus vidas y de sus ausentes seres queridos.

Mi abuelo fue un hombre de una profunda sensibilidad social, producto de sus orígenes humildes, de su carrera de medicina y de su formación humanista; de su conocimiento del dolor de la gente y de haber crecido en un momento social y político en que muchos creían como él, que un mundo más igualitario era posible.

Mi abuelo vivió sus últimos años preocupado e impotente antes esas dos violencias que intuía en silencio, acrecentarse. La violencia de la lucha armada por un mundo mejor, y la violencia del Terrorismo de Estado para destruir toda posibilidad de cambio. La violencia de la lucha social lo preocupaba porque eso excitaba la respuesta del Terrorismo de Estado, que cada vez fue más violenta y más estructurada. Era una preocupación por proteger un camino que él consideraba peligroso para los que resultaron ser víctimas del Terrorismo de Estado. Incluido él mismo. Peligroso para todos aquellos que sintieron y vivieron mucho miedo, como le habrá pasado a él mismo.

Solo con una mirada profunda y sincera sobre nuestro pasado, podremos conseguir lo único que nos resignifica como personas: la justicia. Solo eso queremos, los Ragone, para reivindicar la figura de mi abuelo.

Para terminar, quiero decirles que como familiares del abuelo Ragone, les agradecemos a todos este homenaje a su figura, y remarcar que queremos transformar ‘el dolor de la parálisis, el miedo y la desconfianza' en ‘un dolor por la acción para la reivindicación del honor' de nuestro querido y eternamente recordado, abuelo. Y que aunque no hayamos podido hacer nuestro duelo sobre su cuerpo; apreciamos en cambio, la posibilidad a través de su memoria, de nuestro reencuentro con muchos y muchas de ustedes aquí presentes.