miércoles, 17 de octubre de 2012

Inauguración del Centro de Salud "Néstor Carlos Kirchner" : Homenaje al Ex Presidente


En homenaje al ex presidente Néstor Kirchner se realizó en el día de ayer un acto a cargo del Partido Justicialista en el barrio Congreso Nacional del Municipio de  Cerrillos.

 En la oportunidad se dejó inaugurado un Centro de Salud con el nombre del ex mandatario. Varias agrupaciones militantes se dieron cita, entre ellas La Ragone, 17 de Octubre y Juventud Pucho Jorge. Entre los disertantes estuvieron el intendente Corimayo de Cerrillos, el diputado kirchnerista Pablo Viel, el senador Jorge. Le siguieron en la palabra, el ministro de Salud, Dr. Heredia, el presidente de la Cámara de Diputados Santiago Godoy quien destacó las conquistas en materia de políticas sociales logradas por el ex presidente Kirchner.

En el cierre se escuchó al gobernador Juan Manuel Urtubey “el Gobierno Constitucional de la Provincial de Salta está rindiendo un homenaje, desde su responsabilidad institucional, a quien fuera un gran presidente de la Nación Argentina” y proclamó, además, el completo apoyo del gobierno de Salta a la gestión de la presidenta Cristina Fernández: “Quien habla y todo nuestro equipo va seguir apoyando a la presidenta de la Nación en todo aquello que pueda fortalecer este proyecto nacional. Hasta el último día que tenga la responsabilidad institucional, va tener acá (en la Provincia) militantes comprometidos con la causa de Perón, con la causa de Eva Perón; con la causa de Néstor Kirchner”.

Entre los presentes se contaba con numerosos vecinos del barrio y de Cerrillos, como también personal del Centro de Salud y una gran cantidad de funcionarios de los distintos poderes del estado.

Desde las siete de la tarde y hasta las ocho quince aproximadamente, el movimiento peronista evocó a Néstor Kirchner y proclamó la continuidad del trabajo por una Salta cada vez más igualitaria.


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Ese Hombre

Hace dos años  se decretaba feriado nacional al 27 de octubre, sería con la finalidad de  recabar información censo nacional mediante. En la madrugada de ese día los argentinos prendían las hornallas, hervían el agua, colaban la yerba, calentaban el pan y se disponían a servir la mesa para desayunar en una mañana sin ajetreadas agendas, sin colectoras repletas de automóviles y demás medios de transporte, ni siquiera bocinazos o el trajín acelerado propio de la cotidianeidad; se trataba de un día solo apto para descansar.

Mientras los censistas empezaban a tocar puerta por puerta para realizar su labor, una noticia absolutamente inesperada e infausta intervenía los programas de radio, copaba los blogs y medios gráficos de internet y se sintonizaba en todos los canales de televisión. Fallecía el ex presidente de los argentinos. Nos había abandonado. Su corazón había dicho basta.

Aquella mañana, alrededor de las 10 horas, el país quedaba inmóvil, sin habla y sin reacción. La inmediata pregunta que surgía era ¿De verdad pasó esto? Era un puñetazo directo al estómago, un trago difícil de tragar, “quizá solo fue internado nuevamente” proclamaban algunos prudentes. Resultaba inaceptable. La conciencia colectiva no integraba lo que las noticias reflejaban, lo que sus ojos veían y sus oídos escuchaban.

Por más rechazo que pudiera causar la noticia, era cierto, los canales de televisión no se equivocaban. Él (como posteriormente lo aludiría la Presidenta), dejaba atrás su vida terrenal.

Ese día nos dolía el alma, la cabeza y el corazón. Se iba un presidente que, después de mucho tiempo, acompañaba sus palabras con políticas y acciones. “Yo les puedo asegurar de corazón que no vine a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada, que venido a dar lo mejor que tengo, con mis aciertos y errores, para cambiar profundamente el rumbo de nuestro país", expresaba fervientemente en su primer discurso como mandatario, en el Congreso de la Nación. Proclama que lo acompañaría a lo largo de toda su gestión.

Sus políticas fueron precisas y oportunas para una sociedad pisoteada por un neoliberalismo sin escrúpulos y aterrorizada por una dictadura feroz que había diezmado a sus compañeros de lucha de toda su vida militante: renovación de la Corte Suprema, juicio a los genocidas, supeditación de la economía a la política y al pueblo, conformación de un Estado presente, inversiones récord en educación, afianzamiento de los lazos con América Latina, reactivación del mercado interno, regulación de la economía externa, cancelación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional lo que significó romper con la dependencia de Estados Unidos y otorgar a nuestro país esa soberanía y autonomía anheladas que nos posibilitaron depender de nosotros mismos y de nadie más; restitución de la política como herramienta enérgica para los cambios sociales, expresada en su plenitud por la juventud… la lista es quizás interminable.

Aquel 27 de octubre nos dejaba ese hombre que nos había propuesto un sueño “quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero, además quiero un país más justo. Anhelo que por estos caminos se levante a la faz de la Tierra una nueva y gloriosa Nación: la nuestra” y que quería y sentía que debía refundar, después de atravesar aquel “que se vallan todos”, la confianza de su gente con la política y la fe en ellos mismos como Nación. Ese hombre sin Cadillac, con traje cruzado y sin protocolos que conoció la enfermería antes que su despacho presidencial, luego de cruzar los vallados que lo separaban de la multitud arrojándose en un abrazo sincero de hermandad y ser, en ese transcurso de festejos, golpeado por una cámara en la frente. Un hombre que fue herido en su primer día como presidente, pero que sanaría después muchas heridas de nuestra Patria.

Ese hombre que jugaba con el cetro del poder, pero lo ejercía con rigor. Ese hombre que expresaría un rotundo rechazo al ALCA y que diría, en el rostro del mismísimo Bush, que Argentina no sería más el patio trasero de Estados Unidos.

Aquel hombre que entendió como Perón que América Latina toda debe estar unida para ser una región libre y desarrollada, apartada de imposiciones imperialistas, fundando con sus compañeros de América (Hugo Chávez, Lula Da Silva, Tabaré Vázquez, Evo Morales, entre otros) la Unión de  Naciones Suramericanas, UNASUR, que marcara el sendero de construcción conjunta para los intereses ya no del Fondo Monetario o la Eurozona, sino para los intereses de millones de latinoamericanos.

Ese hombre que asumió su rol y potestad completos como Presidente y Comandante en jefe de la Fuerzas Armadas, y con absoluto remordimiento y honestidad pidió perdón a las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo y a todas las víctimas del terrorismo de Estado que habían vivido y soportado las vejaciones de la última dictadura militar. Se proclamaba, así, hijo de las madres de los pañuelos y expresaba vivamente que en su gobierno no existirían leyes de la impunidad. Entendió que Videla no era un hombre a ahorrar, sino a juzgar. Aquel, vino a refundar los lazos con la democracia.

Ese hombre que despertó a una juventud entera de su letargo, le confió la responsabilidad de continuar con su impronta y la construcción de una Nación mas libre, más soberana pero sobre todo más justa; reconciliando a la política con la sociedad y reafirmándola como medio e instrumento único para las transformaciones de nuestra realidad. Ese hombre acudió a todos los pibes y les dijo: “sean transgresores, opinen, la juventud tiene que ser el punto de inflexión en el nuevo tiempo”.

Ese hombre que terminó con aquello del cambalache “todo es igual, nada es mejor” y encendió una vela en medio de ese país devastado que le tocó recibir, ese país que tenía indicadores de pobreza superiores al porcentaje de votos que él había obtenido y que, a pesar de todo, fue multiplicando la convicción de que los argentinos nos merecemos lo mejor. Aquel hombre que reactivó nuestra saboteada economía nacional, sacó de la exclusión y la precariedad a millones de argentinos y les brindó el anhelo de un futuro distinto, un futuro con menos incertidumbres y más oportunidades, un futuro con menos injusticias y mayores equidades. Les brindó un fututo.

Ese hombre que cumplió con las líneas del magnífico poema del compañero desaparecido Joaquín Areta, y que hoy es recordado por haber hecho caminos, por haber marcado un rumbo, porque emocionó millones de almas; es recordado junto a la risa de los felices, la seguridad de los justos y el sufrimiento de los humildes, porque en él se sintieron queridos, protegidos y ayudados. Porque nunca los dejó solos. Porque interpretó sus ansias. Porque canalizó su amor.

Ese hombre al que votaron unos pocos y despidieron millones, se llamó Néstor Carlos Kirchner.



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