En homenaje al ex presidente Néstor Kirchner
se realizó en el día de ayer un acto a cargo del Partido Justicialista en el
barrio Congreso Nacional del Municipio de
Cerrillos.
En la
oportunidad se dejó inaugurado un Centro de Salud con el nombre del ex mandatario.
Varias agrupaciones militantes se dieron cita, entre ellas La Ragone, 17 de
Octubre y Juventud Pucho Jorge. Entre los disertantes estuvieron el intendente
Corimayo de Cerrillos, el diputado kirchnerista Pablo Viel, el senador Jorge.
Le siguieron en la palabra, el ministro de Salud, Dr. Heredia, el presidente de
la Cámara de Diputados Santiago Godoy quien destacó las conquistas en materia
de políticas sociales logradas por el ex presidente Kirchner.
En el cierre se escuchó al gobernador Juan Manuel
Urtubey “el Gobierno Constitucional de la Provincial de Salta está rindiendo un
homenaje, desde su responsabilidad institucional, a quien fuera un gran
presidente de la Nación Argentina” y proclamó, además, el completo apoyo del
gobierno de Salta a la gestión de la presidenta Cristina Fernández: “Quien
habla y todo nuestro equipo va seguir apoyando a la presidenta de la Nación en
todo aquello que pueda fortalecer este proyecto nacional. Hasta el último día
que tenga la responsabilidad institucional, va tener acá (en la Provincia)
militantes comprometidos con la causa de Perón, con la causa de Eva Perón; con
la causa de Néstor Kirchner”.
Entre los presentes se contaba con numerosos vecinos del barrio y de Cerrillos, como también personal del Centro de Salud y una gran cantidad de funcionarios de los distintos poderes del estado.
Ese Hombre
Entre los presentes se contaba con numerosos vecinos del barrio y de Cerrillos, como también personal del Centro de Salud y una gran cantidad de funcionarios de los distintos poderes del estado.
Desde las siete de la tarde y hasta las ocho quince aproximadamente, el movimiento peronista evocó a Néstor Kirchner y proclamó la continuidad del trabajo por una Salta cada vez más igualitaria.
Click para ver los videos del acto
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Ese Hombre
Hace dos años se decretaba feriado nacional al 27 de octubre, sería con la finalidad de recabar información censo nacional mediante. En la madrugada de ese día los argentinos prendían las hornallas, hervían el agua, colaban la yerba, calentaban el pan y se disponían a servir la mesa para desayunar en una mañana sin ajetreadas agendas, sin colectoras repletas de automóviles y demás medios de transporte, ni siquiera bocinazos o el trajín acelerado propio de la cotidianeidad; se trataba de un día solo apto para descansar.
Mientras los censistas empezaban a tocar puerta por
puerta para realizar su labor, una noticia absolutamente inesperada e infausta
intervenía los programas de radio, copaba los blogs y medios gráficos de
internet y se sintonizaba en todos los canales de televisión. Fallecía el ex
presidente de los argentinos. Nos había abandonado. Su corazón había dicho
basta.
Aquella mañana, alrededor de las 10 horas, el país
quedaba inmóvil, sin habla y sin reacción. La inmediata pregunta que surgía era
¿De verdad pasó esto? Era un puñetazo directo al estómago, un trago difícil de
tragar, “quizá solo fue internado nuevamente” proclamaban algunos prudentes.
Resultaba inaceptable. La conciencia colectiva no integraba lo que las noticias
reflejaban, lo que sus ojos veían y sus oídos escuchaban.
Por más rechazo que pudiera causar la noticia, era cierto,
los canales de televisión no se equivocaban. Él (como posteriormente lo
aludiría la Presidenta), dejaba atrás su vida terrenal.
Ese día nos dolía el alma, la cabeza y el corazón. Se iba
un presidente que, después de mucho tiempo, acompañaba sus palabras con
políticas y acciones. “Yo les puedo asegurar de corazón que no vine a dejar mis
convicciones en la puerta de la Casa Rosada, que venido a dar lo mejor que
tengo, con mis aciertos y errores, para cambiar profundamente el rumbo de
nuestro país", expresaba fervientemente en su primer discurso como mandatario, en el Congreso de
la Nación. Proclama que lo acompañaría a lo largo de toda su gestión.
Sus políticas fueron
precisas y oportunas para una sociedad pisoteada por un neoliberalismo sin
escrúpulos y aterrorizada por una dictadura feroz que había diezmado a sus compañeros
de lucha de toda su vida militante: renovación de la Corte Suprema, juicio a
los genocidas, supeditación de la economía a la política y al pueblo,
conformación de un Estado presente, inversiones récord en educación, afianzamiento
de los lazos con América Latina, reactivación del mercado interno, regulación
de la economía externa, cancelación de la deuda con el Fondo Monetario
Internacional lo que significó romper con la dependencia de Estados Unidos y
otorgar a nuestro país esa soberanía y autonomía anheladas que nos posibilitaron depender de
nosotros mismos y de nadie más; restitución de la política como herramienta
enérgica para los cambios sociales, expresada en su plenitud por la juventud…
la lista es quizás interminable.
Aquel 27 de octubre nos
dejaba ese hombre que nos había propuesto un sueño “quiero una Argentina unida,
quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero, además
quiero un país más justo. Anhelo que por estos caminos se levante a la faz de
la Tierra una nueva y gloriosa Nación: la nuestra” y que quería y sentía que
debía refundar, después de atravesar aquel “que se vallan todos”, la confianza
de su gente con la política y la fe en ellos mismos como Nación. Ese hombre sin
Cadillac, con traje cruzado y sin protocolos que conoció la enfermería antes
que su despacho presidencial, luego de cruzar los vallados que lo separaban de
la multitud arrojándose en un abrazo sincero de hermandad y ser, en ese
transcurso de festejos, golpeado por una cámara en la frente. Un hombre que fue
herido en su primer día como presidente, pero que sanaría después muchas
heridas de nuestra Patria.
Ese hombre que jugaba
con el cetro del poder, pero lo ejercía con rigor. Ese hombre que expresaría un
rotundo rechazo al ALCA y que diría, en el rostro del mismísimo Bush, que
Argentina no sería más el patio trasero de Estados Unidos.
Aquel hombre que
entendió como Perón que América Latina toda debe estar unida para ser una
región libre y desarrollada, apartada de imposiciones imperialistas, fundando
con sus compañeros de América (Hugo Chávez, Lula Da Silva, Tabaré Vázquez, Evo
Morales, entre otros) la Unión de
Naciones Suramericanas, UNASUR, que marcara el sendero de construcción
conjunta para los intereses ya no del Fondo Monetario o la Eurozona, sino para
los intereses de millones de latinoamericanos.
Ese hombre que asumió su
rol y potestad completos como Presidente y Comandante en jefe de la Fuerzas
Armadas, y con absoluto remordimiento y honestidad pidió perdón a las Abuelas y
Madres de Plaza de Mayo y a todas las víctimas del terrorismo de Estado que
habían vivido y soportado las vejaciones de la última dictadura militar. Se
proclamaba, así, hijo de las madres de los pañuelos y expresaba vivamente que
en su gobierno no existirían leyes de la impunidad. Entendió que Videla no era
un hombre a ahorrar, sino a juzgar. Aquel, vino a refundar los lazos con la
democracia.
Ese hombre que despertó
a una juventud entera de su letargo, le confió la responsabilidad de continuar
con su impronta y la construcción de una Nación mas libre, más soberana pero
sobre todo más justa; reconciliando a la política con la sociedad y
reafirmándola como medio e instrumento único para las transformaciones de nuestra
realidad. Ese hombre acudió a todos los pibes y les dijo: “sean transgresores,
opinen, la juventud tiene que ser el punto de inflexión en el nuevo tiempo”.
Ese hombre que terminó
con aquello del cambalache “todo es igual, nada es mejor” y encendió una vela
en medio de ese país devastado que le tocó recibir, ese país que tenía
indicadores de pobreza superiores al porcentaje de votos que él había obtenido
y que, a pesar de todo, fue multiplicando la convicción de que los argentinos
nos merecemos lo mejor. Aquel hombre que reactivó nuestra saboteada economía
nacional, sacó de la exclusión y la precariedad a millones de argentinos y les
brindó el anhelo de un futuro distinto, un futuro con menos incertidumbres y
más oportunidades, un futuro con menos injusticias y mayores equidades. Les
brindó un fututo.
Ese hombre que cumplió
con las líneas del magnífico poema del compañero desaparecido Joaquín Areta, y
que hoy es recordado por haber hecho caminos, por haber marcado un rumbo,
porque emocionó millones de almas; es recordado junto a la risa de los felices,
la seguridad de los justos y el sufrimiento de los humildes, porque en él se
sintieron queridos, protegidos y ayudados. Porque nunca los dejó solos. Porque
interpretó sus ansias. Porque canalizó su amor.
Ese hombre al que votaron unos pocos y despidieron
millones, se llamó Néstor Carlos Kirchner.
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