sábado, 24 de diciembre de 2016

Carta para una navidad sin resignaciones

[8:21, 24/12/2016] Mari Acuña: Sabes cuanto te quiero.!! No sólo por tu historia,  sino porque desde que te conocí me diste tu cálida amistad cro. SALUD!!!
                    
[19:01, 24/12/2016] Mari Acuña: Sé que fue un año difícil. Doloroso y, sobre todo, amargo. Perdido, le digo yo. Pero no quisiera abrumarlos con estadística para demostrarlo: basta con haber vivido cotidianamente el retroceso para tenerlo presente en estas fechas de indudable balance.

Por contraste, el aprendizaje también fue extraordinario. Lo que teníamos era muy importante, mucho más de lo que entendíamos. Creíamos saberlo, se nos grabó finalmente en el cuerpo. La derrota, aunque duela, no deja de ser un escenario iluminador, ahora sabemos mejor quiénes somos, qué queremos y por qué nos combaten con tanto odio.

Cualquier metal precioso necesita un baño de ácido para eliminar impurezas y brillar en todo su esplendor. Vaya que lo recibimos y vaya que seguimos brillando, pese al intento de aniquilamiento de nuestros sueños y de nuestros amores.

Cuando faltan pocas horas para las festividades, no voy a dedicar una sola línea para identificar a los desleales, los desmemoriados, los mezquinos, los "autocríticos" falaces, los que corrieron con urgencia miserable a ponerse a las órdenes del sicariato neoliberal cuando éstel arreciaba. Será en otro momento. No estuvieron a la altura. No merecen hoy, justo en estas fechas tan emotivas, siquiera ser mencionados.

Su enorme desdicha es saber que estamos vivos, que no nos pudieron silenciar, que seguimos diciendo lo mismo, porque nuestra manera de ser no conoce el verbo resignarse. Retrocedimos, claro que retrocedimos, a los tumbos y en manada. Enfrente tuvimos a todos los poderes juntos, la maquinaria estigmatizante y fumigadora más fabulosa que hayamos tenido que enfrentar, pero como dice Daniel Rosso, lo hicimos con temple, con rebeldía, usando las palabras como piedras, poniendo el cuerpo en cada marcha, en cada plaza, en cada protesta, cuidando lo esencial para la vuelta definitiva: la memoria de nuestros años felices.

Sobre esa memoria, sobre la llama que mantuvimos encendida con tanta dedicación, con soplidos tiernos cada noche, con las manos en cuenco, con los abrazos en la calle, con el susurrado una y mil veces "fuerza compañero" que nos acunó en la pesadilla, vamos a construir la vuelta.

Esa vuelta necesita muchas cosas. Aunque lo principal, nos sobra: convicción. Por donde menos lo esperen, a la hora que no imaginan, el día menos pensado, nosotros vamos a volver y somos muchos.
Sépanlo. Vayan agendando el futuro desde ahora. Va a ser apasionante.

En el último posteo del año, a poquitas horas de la Navidad, levanto mi copa para brindar por todos los que no se rindieron ante el poderío brutal de nuestros perseguidores.

La dignidad es una medalla que los canallas nunca van poder prenderse en la solapa. Celebremos, entonces, que nos la merecemos, porque con las fuerzas que tuvimos en la dispersión honramos compromisos que no están escritos en ningún documento.

Los cumplimos a puro corazón.

Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo.

(Roberto Caballero)

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