sábado, 22 de noviembre de 2025

No se puede recortar la historia: Apuntes urgentes sobre la memoria y la formación militante

 

Una reflexión de Blanca Lescano

 

En un presente de tanta fragmentación y tanto retroceso, se vuelve urgente repensar cómo hacemos política. Sobre todo, cómo formamos a los compañeros y compañeras que tienen que sostenerla. Estas ideas surgen de ahí, de esa necesidad de volver a las bases para construir algo en serio. Y la idea de fondo es simple, pero es la clave de todo: la formación política de verdad exige un análisis histórico profundo y honesto, sin recortes. Una práctica que es todo lo contrario a los discursos simplificados y vacíos que se arman para una elección.

 

 

 

 

 

 

 

1. Formar militantes o ganar elecciones: La falsa encrucijada

Hay que entender que hay dos formas de hacer política, y confundirlas es el error que ha marcado a toda nuestra etapa democrática. Una cosa es buscar el voto fácil y otra, muy distinta, es construir conciencia a largo plazo.

  • El discurso electoralista:
    • Este enfoque busca acuerdos superficiales y evita las contradicciones a cualquier costo. Se apoya en discursos cortos, fragmentados, y parte de una idea muy peligrosa: "subestimar a la gente".
    • Con esto, el resultado es siempre el mismo: "podrás tener un proceso electoral más o menos bueno, pero no vas a sacar militantes".
  • La formación de militantes:
    • Este es un trabajo que pide otra cosa. Exige "analizar todos los hechos y los procesos", tomarse el tiempo para detenerse en "momentos claves" y entender cómo se gestaron las cosas.
    • Este es el único camino que crea un compromiso profundo. De acá salen los jóvenes que dejan "la comodidad de su casa burguesa" para ir a vivir y luchar con su pueblo. De acá salen los militantes que son asesinados, no por estar en la lucha armada, sino simplemente por "su convicción y su lucha".

2. El peligro de la historia fragmentada

El discurso electoralista y superficial nos empuja a ver la historia como fotos sueltas, desconectadas. Pero la historia no es así. Es un proceso, una cadena de causas y consecuencias.

Un ejemplo claro: no podés entender la dictadura del 76 si no analizás el golpe del 66, y el 66 no se explica si no mirás lo que pasó antes. Pretender analizar un período aislado es vaciarlo de sentido. Precisamente, uno de los errores del negacionismo es tomar solo una parte de la historia. Al hacerlo, no solo se evita el análisis de las contradicciones que nos llevaron a la crisis, sino que se las sigue alimentando, se las mantiene vivas y sin resolver.


3. Analizar sin miedo: La complejidad de nuestros procesos y líderes

Y esta negativa a fragmentar la historia nos obliga a mirar a nuestros propios procesos y líderes con una honestidad brutal. La formación política no es para "crear figuras" o santificar a nadie con un "recorte de historia". Al contrario, es para atreverse a mostrar las contradicciones, porque solo así se entiende la complejidad del mundo real.


Perón y los socialistas No se puede presentar a Perón como si hubiera sido un "angelito". Fue una figura que "ha ido y ha vuelto" mil veces. Para entender el peronismo hay que reconocer que mucha de la lucha obrera que encarnó se basó en los "adelantados que fueron los socialistas" y en el impacto de la "migración de posguerra". Las ideas no surgieron de la nada; las trajeron figuras como... ¿cómo se llama? La mujer esta de Justo, que fue una de las grandes ideólogas de las luchas feministas acá.


Güemes y la resistencia O miremos a Güemes—, con sus "sencillas guerrillas" y su "resistencia al centralismo de Buenos Aires". Su pelea no fue un hecho aislado, fue parte de un conflicto histórico mucho más grande sobre qué modelo de país queríamos.


La militancia de los 60 Nuestra propia formación en los 60 fue así. Era un "estilo de vida": leíamos libros, sacábamos conclusiones. Y en esto fuimos inflexibles: nos equivocamos millones de veces, claro que sí, pero lo que nunca hicimos fue recortar la historia para salvarnos a nosotros mismos o a nuestros líderes. Analizarlo todo, con lo bueno y lo malo, era la única forma.


4. El vaciamiento del discurso: Cuando las palabras no dicen nada

Cuando se abandona el análisis profundo, la consecuencia directa es que el lenguaje político se vacía. Las palabras pierden su historia, su peso, y se convierten en etiquetas huecas. El ejemplo más claro es el término "progresismo", una palabra "tan absurda, tan ridícula y tan poco claro" que hoy se usa justamente "para no decir nada", para no tomar una postura y evitar cualquier compromiso real.

5. Conclusión: La memoria histórica como herramienta para el futuro

Haber relegado "la formación política en profundidad" ha sido "el error de toda esta etapa democrática". Preferimos el atajo electoral, el discurso fácil, en lugar de la construcción paciente de conciencia crítica. Es hora de entender que analizar nuestra historia de manera completa, con sus luces y sus sombras, no es un ejercicio académico sobre el pasado. Es, al contrario, la única herramienta real que tenemos para formar a los militantes que necesitamos para dar las luchas del presente y construir las victorias del futuro.

 

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