Pensar la democratización policial a 30 años del golpe |
Este es un día para festejar los logros de la extensión de derechos para todos y todas. Quien podría no afirmar que hoy los salteños y argentinos vivimos con mejor calidad institucional y sin el miedo extremo a la muerte que muchos sentían después de una década de asesinatos y desapariciones allá por el 83 cuando recuperamos la democracia. Quien podía imaginar por 2001 cuando queríamos que se vallan todos, el avance de los juicios de lesa humanidad. O imaginar los cambios culturales que pivotean sobre las leyes de matrimonio igualitario e identidad de género. O imaginar la redistribución de la riqueza que a muchos excluidos permite hoy acceder a la educación y a la salud, aunque quede muchísimo por hacer.
Después de 2003; el Estado hizo un vuelco
sustancial en la reconversión institucional, convirtiendo en herramientas la
Memoria, la Verdad y la Justicia. Muchos de quienes trabajaron por la
reparación histórica con el horizonte de los Juicios de Lesa Humanidad, lucharon
en 2003 para diferenciar al Estado de ese otro Estado terrorista. Lo hicieron
desde diversidad de sectores de pertenencia estatal y de organizaciones
civiles, principalmente apoyando y trabajando en diseños de nuevas políticas de
derechos humanos y seguridad.
En esta época de balances de gestión y de modelos políticos,
la continuidad de las luchas por los juicios de lesa humanidad (sin bajar los
brazos hasta el final de las vidas de imputados y víctimas) está en las luchas
por un Estado no represivo, lo cual nos lleva a enfocar con la fuerza de
siempre; el trabajo por la
transformación de las instituciones desde un nuevo modelo de 'Seguridad
Democrática'; donde ‘la seguridad’ no
está enfrentada con los ‘Derechos Humanos’, sino que asegure y garantice la
seguridad ciudadana y la plena vigencia de las garantías constitucionales. Esta
visión de la seguridad, nos abre la pregunta inaudita para muchos sectores
todavía, sobre quiénes son los policías, sobre cuáles modelos de policías
queremos a futuro.
Es momento de plantear la pregunta sobre cómo fue posible
que en Salta se asesinara a un gobernador popular como Miguel Ragone, cuando
civiles antes y años después manejaban la seguridad. Es necesario y saludable
instalar la pregunta sobre las continuidades de los mismos civiles y de las
mismas ideas en las burocracias estatales que regulan la seguridad hoy día. ¿La
seguridad de quiénes? Habría que continuar.
Sin embargo a 30 años de democracia las peguntas por los
modelos policiales y la vida de policías como sujetos de derechos humanos
continúan pendiente, como una maldición arrojada sobre gobernantes y gobernados
para mirar las consecuencias, como causas; para continuar repitiendo las
historias del pasado. En honor a la democracia, estos días convulsionados por
los reclamos policiales en casi todo el país; deben dejar muy clara la
responsabilidad política de trabajar por una representatividad policial que
asegure el diálogo entre las bases policiales y los dirigentes políticos. Sin
que ello tome necesariamente la forma de gremialización, tan temida por quienes
necesitan la verticalidad y la obediencia debida para asegurar el orden. Es la
deuda de la democracia de una seguridad también para los pobres, y para los
propios policías.
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