¿Conectados o Fragmentados? La paradoja argentina de las
redes sociales que prometen unión pero disuelven lazos
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| "Coquito" en El Mollar, Anta. |
Imagina una mañana en la casa rural de El Mollar, donde el sol apenas calienta las lomas cargadas de quebrachos hacia el Parque Nacional El Rey. Coquito, un joven solo en esa casa de tablas de un viejo “pacará” aprovechado, despierta con el celular en la mano. Desliza TikTok: videos virales de Buenos Aires, memes porteños, tendencias globales que nada saben de su realidad. Su grupo de WhatsApp familiar vibra con mensajes efímeros —un emoji, un audio cortado, una foto de comida que nadie come juntos—. Coquito se siente conectado al mundo, pero más solo que nunca. Esta no es ficción: es el pulso de una sociedad salteña donde las redes sociales, bajo la sombra del neoliberalismo, aceleran la desagregación silenciosa de lo que fuimos. topia
Todo comienza con la desafiliación, ese término que Robert
Castel acuñó como una herida abierta. En los 90, el vendaval neoliberal barrió
empleos estables, coberturas sociales, escuelas públicas que unían mundos
distintos. Quedaron sujetos flotantes, sin anclaje en fábricas o barrios
sólidos. Las redes sociales llegan entonces como salvavidas digitales, pero en
realidad profundizan el vacío: prometen pertenencia instantánea, entregan
burbujas algorítmicas donde solo ves ecos de ti mismo. En Argentina, clases
medias que Svampa vio mutar en fragmentos rivales ahora se encierran en cámaras
de eco de Facebook o Instagram, polarizados hasta el odio mutuo.studocu+1
Piensa en los pequeños grupos, esas células vivas de la vida
cotidiana —familias, equipos de fútbol barrial, mates compartidos—. Enrique
Pichón-Rivière, el sabio de la psicología social argentina, ya advertía que los
vínculos débiles impiden grupos operativos, capaces de cambio real. Hoy,
WhatsApp los transforma: saturación de mensajes que reemplazan miradas cara a
cara, likes que miden valor en lugar de palabras que construyen. La identidad
grupal se desestructura primero en silencios digitales, luego se fragmenta
total: el "nosotros" se disuelve en "yos" compitiendo por
atención viral. Jóvenes salteños, con celulares compartidos en hogares
precarios, navegan mundos globales que erosionan su arraigo local
—desterritorialización pura, donde lo salteño choca contra algoritmos
indiferentes.psico+1
El neoliberalismo no es solo economía; es un dispositivo que
fabrica subjetividades rotas, listas para el consumo individual. Jesús
Martín-Barbero lo vio venir: comunidades convertidas en públicos segmentados
por el mercado, donde la diversidad se confunde con aislamiento. En Salta,
comunidades indígenas acceden ocho veces menos a internet, quedando doblemente
excluidas —no solo del ancho de banda, sino de los flujos de poder que ahora
corren por cables invisibles. La pandemia lo aceleró todo: aulas virtuales que
fragmentaron aún más la educación, como documentó Tiramonti, dejando fragmentos
incomunicables donde el Estado ya no teje sentido común.scribd+1
Pero esta fractura no es inevitable, como un destino escrito
en código binario. Investigadores argentinos —desde Pichón hasta equipos de la
UNSa— señalan salidas: recuperar lógicas de pequeños grupos presenciales,
internet comunitario que priorice lo territorial sobre lo viral, narrativas
transmedia que unan en lugar de segregar. Juan podría apagar el celular un
rato, reunirse con los del barrio, tejer lazos que resistan burbujas. Las redes
exponen la herida, pero también podrían curarla si las usamos como puente, no
como jaula. En esta Argentina fragmentada, la elección es nuestra: ¿seguir
deslizando hacia el vacío, o reconstruir el tejido, hilo a hilo?investigarenred+1
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