Analizamos, tomando como eje el trabajo de investigación de la historiadora salteña Luz Sánchez titulado "Todas somos Juana Figueroa", la incidencia de masculinidades nocivas como potenciadoras de las violencias ejercidas sobre las mujeres, y cómo estas fueron mutando en la historia, puntualmente, en nuestra provincia.
Con la
participación de la historiadora Luz Sánchez, se realizó en el día de
ayer el segundo encuentro del ciclo de capacitación “Ciencias Sociales y Seguridad. Debates necesarios para la inclusión y
la participación ciudadana”, en
oficinas del Programa Desarrollo Territorial del Ministerio de Seguridad, anexo
Balcarce nº 388.
Este ciclo
se origina como una manera de hacer efectivos
dos de los objetivos planteados en la creación del Programa de Desarrollo
Territorial: por un lado, la discusión, reflexión, debate de diversos temas
estrechamente vinculados con el concepto de seguridad como un derecho dentro
del contexto socio-cultural salteño; y, en segundo lugar, la creación de
vínculos cercanos entre algunas acciones desarrolladas por este ministerio y la
comunidad próxima.
Por tal
motivo se invita a participar a diferentes profesionales y actores sociales que
brindan sus impresiones y experiencias, las cuales son incorporadas desde una concepción donde los
conocimientos y la intelectualidad son
acompañadas de cerca con la incorporación real de lo que la gente efectivamente
hace en su vida cotidiana.
En tal
sentido, en esta oportunidad la capacitación estuvo a cargo de la historiadora
Luz Sánchez, docente e integrante de la Comisión de la Mujer (UNSA), quien nos
brindó una mirada histórica de la violencia de género y la desvalorización
constante del rol social de la mujer a lo largo de la historia, centrándose en
una investigación realizada por ella misma sobre un caso paradigmático entorno
a la alarmante problemática de los feminicidios; rodeado de mitos y agregados
folclóricos que hicieron de este caso, incluso, un suceso de adoración popular:
el asesinato de Juana Figueroa.
La investigación de Sánchez, titulada "Todas somos Juana Figueroa", se divide en 2 partes que intentan dimensionar las distintas formas de manifestación del poder -claramente asimétrico entre hombres y mujeres- ejercido por el colectivo de los varones para subordinar socialmente a la mujer y cómo estas prácticas han intentado ser naturalizadas. "Este fenómeno se arraiga en pautas culturales, tradiciones y costumbres que dañan a las mujeres en muchas maneras y que por la naturalización de la violencia que se ha producido a lo largo de la historia impide visibilizarlo como un hecho de profunda discriminación que las afecta, como personas y como ciudadanas", manifestaba la historiadora al inicio de la capacitación.
La primera parte del trabajo de la historiadora, refleja los discursos que generaron los relatos de algunos escritores que desarrollaron el caso de Juana Figueroa; algunos condenándola con ciertas adjetivaciones de índole netamente machista, y otros definiendo el acontecer de los hechos agregando elementos del contexto de producción dando cuenta de las percepciones colectivas de la violencia contra la mujer. "La intención es analizar las prácticas sociales que, al tomar contacto con el texto escrito, le concede significación especial a los textos y a las imágenes que estos llevan, planteando las relaciones existentes entre las formas de apropiación de los textos y la interpretación y las representaciones que se construyen a partir de la lectura de los mismos. El estudio de las representaciones que se han construido a partir del caso Juana Figueroa colaboraría en la comprensión de los mecanismos por los que el poder patriarcal valida la violencia de género hasta nuestros días", destacaba la historiadora.
Sánchez compartió, por ello, un texto de Juan Carlos Dávalos (1996) quien escribió hacia 1933 un relato sobre “La Juana Figueroa”, en el cual describe a Heredia como “un pacífico mulato manso, tolerante, trabajador, imbécil, dulce, enamorado y ciego de amor, casado con una joven mulatilla, bonita, alegre, interesada, débil, entregada a la galantería del tomo y obligo". En su relato el autor presenta una situación aislada y sin continuidad, la violencia se justifica con los problemas familiares, sentimentales y económicos. Da a entender que el hombre reacciona por la ausencia de su mujer dejándose arrastrar a las borracheras del arrabal. En contraste con la “compostura y decencia de su marido” que siente un “amor ciego”, encontramos la "traición de la hembra ingrata y tornadiza". "El 'crimen por amor' naturaliza la 'posesión' que tiene el marido sobre su esposa y es una forma errada y engañosa para explicar el asesinato de Juana. El relato da a entender que el amor por sí solo justifica la conducta criminal de Heredia, escondiendo y naturalizando situaciones de violencia extremas y justificando el control del hombre sobre la mujer que comete adulterio y es santificada por la 'promiscuidad monstruosa de la chusma'", explicó la historiadora.
La investigación de Sánchez, titulada "Todas somos Juana Figueroa", se divide en 2 partes que intentan dimensionar las distintas formas de manifestación del poder -claramente asimétrico entre hombres y mujeres- ejercido por el colectivo de los varones para subordinar socialmente a la mujer y cómo estas prácticas han intentado ser naturalizadas. "Este fenómeno se arraiga en pautas culturales, tradiciones y costumbres que dañan a las mujeres en muchas maneras y que por la naturalización de la violencia que se ha producido a lo largo de la historia impide visibilizarlo como un hecho de profunda discriminación que las afecta, como personas y como ciudadanas", manifestaba la historiadora al inicio de la capacitación.
Juana Figueroa de 22 años, estaba casada, según consta en el
Libro de Sentencias de la causa, con Isidoro Heredia de 32 años, de oficio
carpintero, domiciliado en la calle Buenos Aires, entre calles San Juan y San
Luis. El 28 de marzo de 1903 la mujer fue encontrada muerta de un golpe en la
cabeza a un costado del conocido como "Puente Blanco". El autor del crimen había sido su
esposo. El abogado defensor sostuvo que Heredia "ha cometido el hecho porque su
esposa muy a menudo abandonaba el hogar en compañía de sus queridos y que la
única circunstancia agravante es el abuso de la superioridad por la edad, fuerza
y sexo". También resaltaba la perturbación intelectual puesto que en su
declaración aparece el móvil del crimen, el odio, el resentimiento
hacia su esposa, las amenazas hechas por ella anteriormente y que no hubo
agresión ilegítima. Otra circunstancia utilizada como atenuante fue la irritación
o furor del delincuente. En base a esta exposición el abogado defensor solicitó
que se atenúe la pena a diez años de prisión.
La primera parte del trabajo de la historiadora, refleja los discursos que generaron los relatos de algunos escritores que desarrollaron el caso de Juana Figueroa; algunos condenándola con ciertas adjetivaciones de índole netamente machista, y otros definiendo el acontecer de los hechos agregando elementos del contexto de producción dando cuenta de las percepciones colectivas de la violencia contra la mujer. "La intención es analizar las prácticas sociales que, al tomar contacto con el texto escrito, le concede significación especial a los textos y a las imágenes que estos llevan, planteando las relaciones existentes entre las formas de apropiación de los textos y la interpretación y las representaciones que se construyen a partir de la lectura de los mismos. El estudio de las representaciones que se han construido a partir del caso Juana Figueroa colaboraría en la comprensión de los mecanismos por los que el poder patriarcal valida la violencia de género hasta nuestros días", destacaba la historiadora.
Sánchez compartió, por ello, un texto de Juan Carlos Dávalos (1996) quien escribió hacia 1933 un relato sobre “La Juana Figueroa”, en el cual describe a Heredia como “un pacífico mulato manso, tolerante, trabajador, imbécil, dulce, enamorado y ciego de amor, casado con una joven mulatilla, bonita, alegre, interesada, débil, entregada a la galantería del tomo y obligo". En su relato el autor presenta una situación aislada y sin continuidad, la violencia se justifica con los problemas familiares, sentimentales y económicos. Da a entender que el hombre reacciona por la ausencia de su mujer dejándose arrastrar a las borracheras del arrabal. En contraste con la “compostura y decencia de su marido” que siente un “amor ciego”, encontramos la "traición de la hembra ingrata y tornadiza". "El 'crimen por amor' naturaliza la 'posesión' que tiene el marido sobre su esposa y es una forma errada y engañosa para explicar el asesinato de Juana. El relato da a entender que el amor por sí solo justifica la conducta criminal de Heredia, escondiendo y naturalizando situaciones de violencia extremas y justificando el control del hombre sobre la mujer que comete adulterio y es santificada por la 'promiscuidad monstruosa de la chusma'", explicó la historiadora.
En la segunda instancia de su trabajo de investigación Sánchez expone un análisis del tratamiento mediático que ciertos medios de comunicación gráficos realizaron entorno al caso, insistiendo, estos, -en términos no siempre indirectos o discretos- en culpavilizar a la víctima por sus actitudes "infieles", profundizando la justificación de la agresión basándose en las relaciones de poder dentro de un vínculo afectivo y reforzando con fuerza la dicotomía entre "la honradez de Isidoro" y "la vida libertina de Juana".
La revista Provencred (mayo 1998) publicó un relato del
escritor y periodista salteño Eduardo González titulado “Un amor
sangrado”. El escrito redactado en primera persona resalta la belleza de Juana,
su "desgano" para realizar los quehaceres domésticos y su "frialdad" en la cama. En
contraposición resalta el "amor incontrolable" de Isidoro, lo presenta como un
hombre "trabajador y bueno" que ejercía violencia sexual sobre Juana porque le “correspondía”
y la golpeaba con la intención de “corregirla” y por la “bronca” que le
infundía la infidelidad de Juana hasta que decide matarla para “sacarse el amor
de adentro”. “El estudio de las representaciones que se han construido a partir
del caso Juana Figueroa colaboraría en la comprensión de los mecanismos por los
que el poder patriarcal valida la violencia de género hasta nuestros días. Se
trataría de hacer visible el disciplinamiento del cuerpo que culmina con la
muerte física, clara representación de lo que acontece en el nivel de las
subjetividades”, analizaba Sánchez luego de compartir con los presentes este
artículo de la revista Provencred.
Finalizando con su ponencia la historiadora manifestó que “soy
consciente que en los últimos tiempos las investigaciones sobre este tema se
han multiplicado, pero también estoy convencida que la violencia que se sigue
ejerciendo contra las mujeres obliga a los/as científicos/as sociales a
continuar con la tarea de investigar sobre la violencia desde múltiples
perspectivas, para contribuir a comprender dónde y porqué perviven aún
prácticas sociales y formas legales que enmascaran la violencia contra la mujer”.
En tal sentido, Fernando Pequeño -Jefe del Programa Desarrollo Territorial- manifestó la necesidad de "incidir en las políticas públicas incluyendo urgentemente estas temáticas al debate actual y construyendo nexos con otras entidades u O.N.Gs. que estén trabajando en la problemática". Asimismo Pequeño destacó la importancia de "sumar a los varones al repudio de la violencia, a la reflexión y al trabajo efectivo en la disminución de la violencia de género".
Por último, el titular del Programa Desarrollo Territotorial reforzó la idea de "generar políticas que se liguen a la ciudadanía con la vida policial, ya que las mujeres necesariamente deben tener mayor incidencia en la institucionalidad policial". "Analizar la seguridad no es analizar estrictamente la vida policial; el feminicidio implica una transformación social y cultural, implica llevar estas luchas a la institución policial", agregó.
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